Por años se ha sabido que la distribución de los nervios cercanos a los ovarios y sus efectos en los mismos (la inervación ovárica) inciden de forma significativa en la producción de estrógenos y óvulos. Sin embargo, aún existen muchas dudas, sobre todo a nivel anatómico.
Con el objetivo de esclarecerlas, en el Instituto de Ciencias de la BUAP se siguió la ruta de un nervio que conecta al ovario con el ganglio celiaco superior, uno de sus centros reguladores. En el camino descubrieron que entre ambos existe otro ganglio, uno intermedio jamás reportado, al que los científicos denominaron ganglio mesentérico superior.
Su hallazgo modifica todo lo escrito en artículos científicos sobre la anatomía de los nervios cercanos a los ovarios, incluso sobre su fisiología, pues la red es más compleja de lo que se creía: que había una línea continua entre el celiaco (compuesto por uno izquierdo y uno derecho) y los ovarios. Además, abre un abanico de futuras investigaciones en torno al descubrimiento.
Los ganglios son conjuntos de neuronas que se conectan con diversos órganos mediante nervios y tienen varias funciones. Los del sistema nervioso autónomo, por ejemplo, inervan órganos como los riñones, los cueros uterinos, las glándulas suprarrenales y los ovarios.
El nervio que los científicos siguieron fue el plexo ovárico. Al trazar con exactitud la carretera por donde pasa, este equipo de investigación encontró también que el ganglio en cuestión, considerado un órgano pareado (por haber dos en el organismo, al igual que los riñones y los pulmones), tiene una interconexión, la cual cambia su entendimiento.
A diferencia de cualquier otro órgano de su tipo, hay un mecanismo que une al celiaco izquierdo con el derecho que podría afectar su relación con los ovarios. ¿Para qué están unidos si supuestamente cada uno tiene sus propias funciones como cualquier órgano pareado?
“Ahora no sabemos si el ganglio izquierdo afecta al ovario izquierdo, o al derecho, o a ambos; lo mismo con el ganglio opuesto. Existe la posibilidad que ambos incidan en las funciones de los dos ovarios”, comentó César Pastelín Rojas, académico de la Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia, quien colaboró en este proyecto cuando era investigador del Instituto de Ciencias.
Esta descripción detallada de la inervación de los ovarios, de las vías o carreteras por las que viaja, se publicó este año en el Journal of Ovarian Research.
Su colega, la investigadora Carolina Morán Raya, del Instituto de Ciencias, explicó que la comunidad científica ha atribuido a la inervación un papel fundamental en el funcionamiento de las gónadas, pero que existen dudas importantes a nivel anatómico: “dónde se encuentran esas neuronas, de dónde provienen, con qué otras se comunican, si hay comunicación directa con el sistema nervioso o cómo se da. No hay mucho escrito al respecto”.
Por esa razón, ambos científicos estudiaron la inervación desde un punto de vista anatómico. Para ello comenzaron con la descripción de los ganglios, y en ese sentido siguieron cada nervio de manera física con la ayuda de un estereomicroscopio -o microscopio de disección-, que posibilita la observación de estructuras más grandes, como insectos y, por supuesto, nervios.
Cabe señalar que las gónadas se encargan de la esteroidogénesis o producción de hormonas y de la foliculogénesis o la maduración del folículo ovárico. Los ovarios son las gónadas femeninas, mientras que los testículos las masculinas. En ambos casos producen gametos, que son las células sexuales: el óvulo y el espermatozoide.
En este ejercicio de anatomía gruesa –por estar en un nivel macroscópico- describieron cuáles son las principales carreteras de comunicación entre la terminal principal: los ovarios que reciben todas las conexiones nerviosas, y el centro regulador: el ganglio celiaco, del cual se desprenden los nervios ovárico superior y el descrito en su trabajo, el plexo ovárico.
Pastelín Rojas comentó que la literatura sostiene que el celiaco participa en las funciones del ovario a través de estas vías. Pero en su estudio vieron que además participan otros ganglios cercanos.
“El tema es más complicado: se hace como una especie de telaraña al haber participación de más de un ganglio. Descubrimos una red neuronal mucho más compleja”, comentó.
El entendimiento de la anatomía cambia poco a poco
Carolina Moran Raya señaló que hasta ahora se sabe que el ganglio celiaco estimula la producción de hormonas e incide en el crecimiento de los folículos, que son las estructuras encargadas de guardar y proteger a los gametos de las células del torrente circulatorio y de la propia inervación, pues los ovocitos, al igual que los espermatozoides, al ser células haploides, tienen que estar libres del contacto con las células de la sangre ya que los glóbulos las desconocen en su función inmunitaria.
“No sabemos qué fenómeno o estímulo hace que un ovocito salga de un stock de folículos primordiales para echar a andar su proceso de crecimiento y desarrollo. Pero se piensa que puede ser algún estímulo de naturaleza nerviosa el que da pie. En animales pueden ser varios en cada periodo reproductivo, en el humano cada 30 días”, informó la especialista.
Para los miembros de este proyecto, la inervación está involucrada en varios procesos del ovario. Aunque su fisiológica es competencia de otras investigaciones, en su dimensión anatómica estudiar la inervación en procesos de crecimiento de folículos, de selección y de ovulación es vital, porque se ha demostrado que según el tipo de inervación puede haber inhibición o estimulación de estos procesos, de los cuales depende el éxito de la reproducción de las especies.
La gónada izquierda y la gónada derecha son completamente diferentes en cuanto al aporte de inervación y eso no sólo significa que en uno hay más neuronas que en el otro, sino que existen interconexiones distintas entre una y otra. Su trabajo, que comenzó con un nervio fácilmente rastreable, de los dos que llegan a los ovarios, derivó en una red compleja.
Aún hace falta el nervio ovárico superior, comentó Morán Raya, que aunque es con el que más se ha trabajado, por estar unido a un ligamento suspensorio del ovario, representa dificultades para ser observado. No podemos seguirlo como lo hicimos con el nervio del plexo ovárico.